Yo, Vladimir González, en plena posesión de mis facultades mentales, sean éstas cuales sean, estando casi en el medio del camino de nuestra vida, y pensando que éste es un momento tan bueno como cualquier otro, dejo constancia aquí de mis últimas voluntades.
Para quien en toda su vida no ha tenido más voluntad que la de liberarse de cargas, pocas disposiciones puede exigir a nadie, por lo que el presente documento debe considerarse simplemente un gesto.
Por todo ello, solicito, que no dispongo:
1.Llegado el caso, no deseo que ningún medio artificial prolongue mi estado. Si he de utilizar artificios que sean por ocio o para mejorar mi situación. ¡Cómo si respirar fuera vivir!
2.Soy donante de órganos, alguno de los cuáles puede estar en condiciones de ser reutilizado. Recomiendo, no obstante, manejar con cuidado el cerebro, por riesgo grave de explosión. En cuanto al hígado, quizá no pase por foie de pato, pero por su tamaño y su procedencia puede ser sugerido en el menú como de cerdo.
Mención aparte merece el corazón del que no dispongo desde hace ya algunos años. Lo doné en vida a una mujer que no tenía y lo necesitaba más que yo. La última vez que lo vi estaba en un cajón de una mesita de noche entre trastos varios. En parte por pudor, en parte por dudar de su buen estado, no procedí a la pertinente e inmediata reclamación. Que no lo hagan mis herederos.
3.Respecto al funeral, reunión social a la que nunca fui aficionado, poco tengo que decir después de muerto. Puesto que se hace más para consuelo de los vivos que para alegría de los muertos, que dispongan los demás de mis restos como deseen. Hagan uso de cualesquiera de los múltiples medios que los seres humanos han imaginado para deshacerse de los molestos despojos: entierro, cremación, inmersión en el Ganges o algún pantano discreto con zapatos de cemento, alimento de buitres y demás fauna autóctona... Mi preferencia personal es quizá la cremación, siempre en condiciones controladas y con el debido respeto al medio ambiente. Sin demasiada ceremonia ni ningún rito religioso al que no pueda ridiculizar como estando en vida haría sin duda.
4.Que mis (escasas) posesiones materiales pasen a repartirse entre mis familiares y amigos. De mis libros, muestra y testigos de una vida pobre en acción pero rica en palabras, que disponga primero mi hermana Ainhoa, mi querida Ainhoa. No pude darte más de mi tiempo, pero sí tuviste todo mi amor. A cambio yo me llevo de ti lo mejor, el cariño que me diste y tus sonrisas. Y un montón de recuerdos, imágenes de una vida que se desplegaba ante mí sin que pudiera asimilarla por entero, sin que tuviera palabras para describirla, ni corazón tan grande en el que quepan tanto orgullo y tanta felicidad como me diste.
Los que no quiera Ainhoa, pueden ser repartidos en un mercadillo entre el resto de mis amigos, momento para el cual pueden descorchar alguna buena botella de vino, o whisky o cualquier otra bebida edificante que desate la lengua y caliente el cuerpo. ¡Ocasión espléndida para compartir recuerdos, todos juntos, rodeados por mis libros! Una imagen tan grata que casi siento no poder estar ahí. Y que nadie diga que estaré en espíritu, porque de estar, estaría de fantasma, y bebiendo con ellos como el que más. No se tienen noticias de espíritus que se emborracharan con amigos, prueba suficientemente válida para mi de la no existencia de vida ultraterrena.
Estas disposiciones pueden ser interpretadas, retocadas, seguidas literal o literariamente, o en el peor de los casos, ignoradas. Poco me importará a mí entonces. No seré, no sentiré. Quizá me quede esa pequeña inmortalidad que es vivir en el recuerdo de los seres queridos, pero con suerte no durará más de una o dos generaciones.
Oviedo, 5 de junio de 2008
sábado, 7 de junio de 2008
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