sábado, 21 de junio de 2008

Ahora sí.

Hace muchos muchos años, en una galaxia muy lejana, y en un planeta demasiado cruel para que existiera la felicidad, conocí a una mujer. La mujer, en realidad. Tan maravillosa que incluso sus defectos conseguían ese escalofrío por la espalda, esa sensación en el estómago que consideramos amor. Cuando la veía, los fuegos artificiales en mi cabeza eran mejores y más especiales de los que ningúna fiesta podría conseguir jamás. Y aún así, no conseguían eclipsar su sonrisa.

Pero ella tenía novio, y mi papel sólo podía ser el de amigo. Lo acepté, ¡qué remedio!, consolándome conque no hay papeles pequeños, sino actores pequeños. Y fueron pasando los años... Entraba y salía de mi vida a su antojo, cada vez más cerca, cada vez más doloroso. Cuanto más la conocía, más alta estaba ella y más bajo caía yo. Hasta que toqué fondo. Ella creía que la vida era una novela de Flaubert, tan encantadora como Emma, pero con su Charles detrás.¡Cambié tantas cosas en mi vida para estar a su altura! Pero allí no había oxígeno para los dos, y por mucho, muchísimo que la quisiera, no pude renunciar a más, no dejó en mí nada.

Y me volví un cínico. Y dejé de creer en mi dios. Se me olvidó cómo se reza y nunca más me puse de rodillas. Tuve suerte, cuándo peor estaba, a ella le fue bien y prescindió de mí. Me lo puso fácil por primera vez. Y pasó el tiempo, y no olvidé, aprendí a vivir sin su mirada.

En ello estoy, recordándola a veces, mi memento mori. Poniéndome en mi sitio, matando los pájaros de mi cabeza. Y ahora, cuando el recuerdo no es siquiera doloroso sino tan solo una dura lección más, le hago este homenaje. Nunca lo leerá, nunca lo sabrá, ni puta falta que hace. Porque por fin, lo que importa es mi vida y los nuevos errores que cometo. Y esa canción de Dylan que ella escucha, no la comprenderá como yo nunca. Espero por su bien que jamás la comprenda.

sábado, 7 de junio de 2008

Testamento y últimas voluntades.

Yo, Vladimir González, en plena posesión de mis facultades mentales, sean éstas cuales sean, estando casi en el medio del camino de nuestra vida, y pensando que éste es un momento tan bueno como cualquier otro, dejo constancia aquí de mis últimas voluntades.

Para quien en toda su vida no ha tenido más voluntad que la de liberarse de cargas, pocas disposiciones puede exigir a nadie, por lo que el presente documento debe considerarse simplemente un gesto.

Por todo ello, solicito, que no dispongo:

1.Llegado el caso, no deseo que ningún medio artificial prolongue mi estado. Si he de utilizar artificios que sean por ocio o para mejorar mi situación. ¡Cómo si respirar fuera vivir!
2.Soy donante de órganos, alguno de los cuáles puede estar en condiciones de ser reutilizado. Recomiendo, no obstante, manejar con cuidado el cerebro, por riesgo grave de explosión. En cuanto al hígado, quizá no pase por foie de pato, pero por su tamaño y su procedencia puede ser sugerido en el menú como de cerdo.

Mención aparte merece el corazón del que no dispongo desde hace ya algunos años. Lo doné en vida a una mujer que no tenía y lo necesitaba más que yo. La última vez que lo vi estaba en un cajón de una mesita de noche entre trastos varios. En parte por pudor, en parte por dudar de su buen estado, no procedí a la pertinente e inmediata reclamación. Que no lo hagan mis herederos.

3.Respecto al funeral, reunión social a la que nunca fui aficionado, poco tengo que decir después de muerto. Puesto que se hace más para consuelo de los vivos que para alegría de los muertos, que dispongan los demás de mis restos como deseen. Hagan uso de cualesquiera de los múltiples medios que los seres humanos han imaginado para deshacerse de los molestos despojos: entierro, cremación, inmersión en el Ganges o algún pantano discreto con zapatos de cemento, alimento de buitres y demás fauna autóctona... Mi preferencia personal es quizá la cremación, siempre en condiciones controladas y con el debido respeto al medio ambiente. Sin demasiada ceremonia ni ningún rito religioso al que no pueda ridiculizar como estando en vida haría sin duda.

4.Que mis (escasas) posesiones materiales pasen a repartirse entre mis familiares y amigos. De mis libros, muestra y testigos de una vida pobre en acción pero rica en palabras, que disponga primero mi hermana Ainhoa, mi querida Ainhoa. No pude darte más de mi tiempo, pero sí tuviste todo mi amor. A cambio yo me llevo de ti lo mejor, el cariño que me diste y tus sonrisas. Y un montón de recuerdos, imágenes de una vida que se desplegaba ante mí sin que pudiera asimilarla por entero, sin que tuviera palabras para describirla, ni corazón tan grande en el que quepan tanto orgullo y tanta felicidad como me diste.
Los que no quiera Ainhoa, pueden ser repartidos en un mercadillo entre el resto de mis amigos, momento para el cual pueden descorchar alguna buena botella de vino, o whisky o cualquier otra bebida edificante que desate la lengua y caliente el cuerpo. ¡Ocasión espléndida para compartir recuerdos, todos juntos, rodeados por mis libros! Una imagen tan grata que casi siento no poder estar ahí. Y que nadie diga que estaré en espíritu, porque de estar, estaría de fantasma, y bebiendo con ellos como el que más. No se tienen noticias de espíritus que se emborracharan con amigos, prueba suficientemente válida para mi de la no existencia de vida ultraterrena.

Estas disposiciones pueden ser interpretadas, retocadas, seguidas literal o literariamente, o en el peor de los casos, ignoradas. Poco me importará a mí entonces. No seré, no sentiré. Quizá me quede esa pequeña inmortalidad que es vivir en el recuerdo de los seres queridos, pero con suerte no durará más de una o dos generaciones.


Oviedo, 5 de junio de 2008

jueves, 1 de mayo de 2008

El primer día

Era el día en el que fui a matricularme en la Facultad. Esperaba en la estación de autobuses a que abriera la taquilla mientras hojeaba un libro que ya no recuerdo. Se acercó una chica alta, delgada. Tenía un aspecto frágil, quizá por el esfuerzo que tenía que hacer para acarrear unas bolsas de la compra. Era más joven de lo que soy yo ahora, pero para el chico que era entonces me pareció una mujer algo mayor. Me preguntó, mientras dejaba como podía las bolsas en el suelo, la hora de salida. Después de comprar el billete, bajamos hacia el andén, entramos en el autobús, y nos sentamos en distintos asientos, con el pasillo de por medio.

La conversación surgió rápidamente, con la facilidad que se suele dar entre amigos. En la breve media hora que duró el trayecto hablamos de viajes, de su trabajo de restauradora. Un comentario suyo sobre los productos que usaba nos llevó a hablar del olfato. Ambos coincidimos en el odio a los olores fuertes(aunque ahora ya no tenga olfato, sigo odiándolos). Con un pequeño paso nos fuimos a los sonidos, de la música demasiado alta que se oía en algunos sitios, de los vecinos ruidosos. Otro paso y hablamos ya sobre las palabras, sobre la escritura. Los dos escribíamos con pluma, una nueva coincidencia. Aún hoy sigo creyendo que de haber tenido más tiempo, hubiéramos coincidido en más cosas, pero mi viajé se acabó y no pude descubrirlo.

Me despedí, y bajé las escaleras. Acabó tan rápido y tan fácilmente como había empezado. Pero dejó un recuerdo en el que pienso a veces. El recuerdo de un encuentro casual, de un tiempo en el que lo que empezaba era más excitante que lo que había acabado. Un momento de mi vida en el que había futuro, y no tan sólo un mañana que seguía a un hoy. Quizá vuelva a tener esa sensación algún día, quizá gracias a otro encuentro fortuito.

El primer día de Facultad llegué tarde.

viernes, 25 de abril de 2008

De comienzos

Cuando las cosas llegan a su fin, repasas los comienzos. Y en eso está mi cabeza este domingo de descanso: en los comienzos de historias que alguna vez leí.

“Llamadme Ismael. Hace algunos años- no importa cuántos precisamente—teniendo poco o ningún dinero en mi cartera, y nada en particular que me interesara en tierra, pensé que podría navegar un poco y ver la parte acuosa del mundo. Es una manera que tengo de disipar la melancolía y regular la circulación. Cada vez que la boca se me tuerce en una mueca amarga; cada vez que en mi alma se posa un noviembre húmedo y lluvioso; cada vez que me sorprendo deteniéndome, a pesar de mí mismo, frente a las empresas de pompas fúnebres o sumándome al cortejo de un entierro cualquiera y, sobre todo, cada vez que me siento a tal punto dominado por la hipocondría que debo acudir a un fuerte principio moral para no salir deliberadamente a la calle y derribar metódicamente los sombreros de la gente, entonces comprendo que ha llegado la hora de darme al mar lo antes posible. Esos viajes son, para mí, el sucedáneo de la pistola y la bala. (..) Pocos lo saben, pero casi todos los hombres, sea cual fuere su condición, alimentan en un momento dado esos sentimientos que me inspira el océano.”

Sí, yo también alimento esos sentimientos. Pero el océano que navegar no es el mismo para todos, ni la ballena blanca que perseguimos y obsesiona es siempre una ballena. Mi mar está entre otras páginas, en callejones de una ciudad cada vez más pequeña. Mi compañía no es Ahab.

Otro comienzo, más corto esta vez: “Nació con el don de la risa, la intuición de que el mundo estaba loco y ese era su único patrimonio” ¡Ay cuando la risa se transforma en la máscara de un Scaramouche cualquiera, cuando la intuición falla y le buscas sentido al mundo, y cuando dilapidas ese único patrimonio que posees: lo poco que puedes salvar en un naufragio (flotando sobre un ataúd salvavidas después de hundido tu barco)!

Dos ráfagas de un autor obsesivo y obsesionante: “Abril es el mes más cruel”, “Somos los hombres huecos/ somos los hombres de trapo”. En este abril cruel, siendo un hombre hueco. Un comienzo además de un encuentro: “¿Encontraría a la Maga?” (Sí, ¿la encontraría?, pero entonces). Un encuentro que da comienzo a la tragedia: “¿Cuándo volveremos a encontrarnos las tres en el trueno, los relámpagos o la lluvia?”

“¡Es cierto! Siempre he sido nervioso, muy nervioso, terriblemente nervioso. ¿Pero por qué afirman ustedes que estoy loco? La enfermedad había agudizado mis sentidos, en vez de destruirlos o embotarlos. Y mi oído era el más agudo de todos. Oía todo lo que puede oírse en la tierra y en el cielo. Muchas cosas oí en el infierno. ¿Cómo puedo estar loco, entonces? Escuchen... y observen con cuánta cordura, con cuánta tranquilidad les cuento mi historia” Una historia de pesadilla, de un corazón delator.

“Con ardiente afán ¡ay! estudié a fondo la filosofía, jurisprudencia, medicina y también, por mi mal, la teología; y héme aquí ahora, pobre loco, que no sé más que antes” Una vida no vivida, un erudición estéril, y un alma en venta de un Fausto de saldo que compran Mefistófeles de provincias.

Y para terminar con los comienzos:

Eráse una vez, hace mucho, mucho tiempo...

lunes, 21 de abril de 2008

Sobre Shakespeare

Decía Dumas que “después de Dios, Shakespeare es quien más ha creado”, seguido muy de cerca por Dickens creo. Poco hay que decir de su vida, no perderemos el tiempo en cábalas “loonáticas” sobre la autoría de sus obras. Tampoco buscaremos en los hechos de su vida ninguna clave de sus obras. De nada sirve: es como intentar coger agua con un cedazo. De ese tema sólo nos quedaremos con una extraña paradoja: apenas conocemos nada digno de mención de la persona que ha creado los personajes más reales de la historia de la literatura.

Fue actor (lo que se llamaría un actor “de carácter”, consta su interpretación de padre de Hamlet, otra vuelta de tuerca de la obra más grande jamás escrita), escribió comedias y tragedias, dirigió su propia compañía de teatro. Nos dejó también una colección de sonetos y algunas poesías largas. Dicen que escribía comedias fácilmente, que la tragedia fue un género que tuvo que conquistar con esfuerzo, y que sin embargo prefería ser recordado por sus poemas “Venus y Adonis”, “La violación de Lucrecia”, etc.

Su mayor logro no fueron las tramas de sus obras, saqueos de la tradición o de Plutarco. Su mayor logro fue la creación de personajes “libres creadores de sí mismos”. Comenzando quizá con el bastardo Faulconbridge, tenemos a Falstaff y al príncipe Hal, Shylock, Rosalinda, Violeta, los Macbeth, Lear, Cordelia y Edmundo, Otelo y Iago, y sobre todo Hamlet. Un personaje tan grande que monopoliza la obra en la que aparece. Tan grande que da la sensación de poder escribir alguna de las obras del propio Shakespeare.

En próximos blogs me centraré en tres de sus obras: El Rey Lear, Macbeth y Hamlet. La elección es personal: prefiero sus tragedias a sus comedias porque se recuerda mejor lo doloroso que lo feliz, elijo ésas en concreto porque son para mi poco menos que una obsesión.


“Palabras, palabras, palabras” Pero busquemos siempre las mejores.


domingo, 20 de abril de 2008

Michel de Montaigne: El primer blogger

Michel de Montaigne(1533-1571) fue una gran figura del Renacimiento francés. En una época convulsa, la Francia de las guerras de religión, participó activamente en la vida política, si bien a su pesar. Pero serán sus “Essays” los que le harán pasar a la historia de la literatura y del pensamiento.

Con sus “Ensayos” inaugura un género, al menos en la concepción moderna. Son unos textos de extensión variable en los que se mezclan erudición, conocimiento del género humano y sobre todo, una gran honestidad intelectual. A pesar de su aparente estructura deslabazada, tienen como hilo conductor la presentación del “yo”. Pero no un yo cualquiera o genérico, es el “yo” de Montaigne el que se estudia, se disecciona y se nos ofrece sin ocultar nada. Tan pronto nos habla de su educación, como pasa a contar sus problemas de salud. Y mientras, ilustrado con citas de autores clásicos, se comentan ideas más generales sobre el ser humano, la ética, la educación, la religión, el conocimiento... No hay tema que no trate, pero nunca intentando aleccionar, sino exponiendo sus opiniones, sin reclamar para ellas más mérito que el de ser sinceras.

Su lectura, amena e interesante, nos permite conocer a Montaigne de manera más completa de lo que somos capaces de conocer a muchas de las personas que nos rodean. No sólo por su exahustividad, sino también porque sus ensayos no usan el lenguaje para ocultar ni mentir. Nunca trata de parecer mejor de lo que es. Tampoco se refugia en la falsa modestia. Parece decirnos: “Soy un hombre más o menos común, de una época histórica y una sociedad determinada. No busquéis más allá”

“No hay nada nuevo bajo el sol”, y así sus ensayos se ven continuados y yo diría que homenajeados aún sin saberlo, por los blogs que circualn por internet. Los hay personales, políticos, literarios, de casi cualquier tema que se nos ocurra. Exactamente lo que hacía Montaigne, escribir libremente sobre lo que se le ocurriera, tratando temas que ningún autor “serio” hasta entonces había tratado, o volviendo sobre otros que aparecían en sus lecturas o conversaciones.

Las motivaciones para escribir pueden ser muchas. Los resultados, dispares. Una de las razones por las que empiezo este blog es “ensayar” a la manera de Montaigne, aclarar y transmitir ideas, quizá encontrar alguna frase que merezca ser recordada. Y homenajear a un gran hombre que nos ha dejado una de las obras más grandes, más extrañas y sugerentes de la historia de la literatura.

Este es un blog de buena voluntad, lector.